Friday, November 17, 2006

Autocrítica

Se acerca fin de año y la Chica Y comienza a hacer balances. ¿Qué aprendí durante el 2006?, puede preguntarse. Últimamente los gurúes de la autoayuda pseudo psicológica bregan por las uniones con los amigos como ideal para un amor más racional (¿?). Pero qué mejor que las historias de vida para defenestrar la sarta de pavadas que esta gente escribe y difunde sin ningún tipo de fundamento. Les acerco el testimonio de una niña que analiza el fenómeno y puntualiza errores básicos que una Yegua no debería cometer bajo ningún punto de vista y que podemos sumar como anexo a los mandamientos que toda Chica Y debería imprimir, plastificar y utilizar como señalador.

¿Qué puede suceder para que una Chica Y observe a un amigo con otro cristal? Sí, a una la han maltratado los hombres. Han sido ruines, mezquinos, malvados. Se acercaba el invierno, y basta ya de soquetes debajo de las sábanas para calentar los piecitos congelados. Una quiere carne. Pero en vez de ir a la carnicería a comprarse un bife de chorizo, mira al amigo. Error número uno.

De repente, el amigo mira también, y una comienza una relación de otro tipo. Es decir, una siente un poco que se está acostando con un viejo conocido, con una suerte de alma hermanada que tanto la conoce y tanto la comprende. Y se siente extrañamente a gusto. Error número dos. No se trata de “qué lindo, cuánto nos conocemos”. Se debe apostar al “vamos a descubrirnos”. Pero claro, una se da cuenta tarde, cuando ya está en el baile. Y claro, una chica Y nunca se tira atrás, y baila de lo lindo.

Presentación con los amigos del colegio, tarde de té con la mamá, cena con el hermano. Error número tres. De la nada una pasa a ser una suerte de marido de Adriana Aguirre que actúa más de figurita decorativa que otra cosa, y se encuentra frecuentando lugares a los que en su vida hubiera ido. ¿Enriquecedor? Noooo....

Me adapto a verte cuando tu schedule te lo permite. A la salida de la clase de tae kwon do, después del ensayo de la obra, junto millas a bordo del 64 para que me cocines un arroz con pollo y salsa de tomates. Error número cuatro. Si querés comida casera, la rotisería de la esquina tiene unas promos super convenientes. Y mejor flaca que llena de adiposidades porque él te cocinó y te embuchó como un pavo de Acción de Gracias.

Y claro, como lo conocés de toda la vida le bancás cada cosa y cada berrinche que tiene. Error número cinco. Ya lo dice el mandamiento: yegua no es psicóloga amateur. Pero por supuesto, una se cree que puede entenderlo, escucharlo y hasta cambiar esas pequeñas actitudes detestables que a cualquier otro mortal le valdría la pena de muerte.

Un buen día, cuando todo parecía un jardín de rosas (hay que aprender de una vez por todas que las rosas tienen espinas), el bueno conocido se transforma en un hermano gemelo del Demonio de Tazmania y te deja llorando en plena calle ante la mirada compasiva de los transeúntes. Y una, que tiene sentimientos, llora, patalea y sufre. Error número seis. Pensar que ese que tanto decía quererte no te iba a lastimar. Porque, en definitiva, te lastimó y encima te hizo hacer el ridículo en el medio de Cabildo y Congreso.


Resumiendo, esta es la autocrítica de una Chica Y que se dio cuenta algo tarde –mejor tarde que nunca- que comprar buzones y carne conocida es, quizás, uno de los más grandes errores que una pueda cometer. Por eso, aquí va mi recomendación: Nunca miren para los costados con ternura, porque después, cuando ese amiguísimo del alma te rompe el corazón, duele más que ir y pagar el bife de chorizo más caro del mundo en la carnicería más cercana a tu domicilio.